Cuando un negocio funciona y está consolidado, la franquicia puede ser una buena estrategia de crecimiento. La elección correcta de la persona que llevará el negocio de la nueva franquicia (el franquiciado) es una de las más importantes y de ella puede depender el éxito o fracaso de la expansión.
Para elegirlo es conveniente estudiar/investigar su desarrollo profesional, su experiencia en el sector y las siguientes cuestiones:
Su capacidad financiera, ya sea mediante línea de crédito o recursos personales. El franquiciado debe poder hacer frente al canon de entrada, a la inversión necesaria para poner en marcha el negocio y al periodo de despegue del mismo (periodo habitual de pérdidas o beneficio cero).
Su capacidad de gestión y comercial. La franquicia, aunque tiene un sistema rígido de gestión en el que la casa matriz dicta las normas y el Know how (saber hacer o modelo de gestión), funciona como una pyme independiente. El franquiciado debe poder asumir todas las funciones (administración, labor comercial, equipo humano…) de un empreario.
Su implicación en el proyecto. Este punto es crucial, muchas veces más importante que la solvencia económica: Los franquiciados que solo buscan una oportunidad de inversión suelen tener una implicación menor que aquellos que buscan el autoempleo. El franquiciado que quiere hacer de su negocio su actividad laboral diaria pelea, gestiona y busca con mayor ahínco cumplir los objetivos económicos marcados en el contrato de franquicia. Es necesario también que el franquiciado comprenda el concepto de franquicia, que lo comparta, y que asuma las directrices marcadas por la casa matriz.
Su personalidad. Se requiere una persona seria, profesional, metódica y sistemática; con capacidad para adaptarse al modelo de gestión; y cuya creatividad e iniciativa no suponga un problema sino que beneficie al conjunto.