Durante muchos años el estilo de dirección de la mujer se ha visto limitado a una imitación de la forma de actuar masculina.
Los roles sociales, la cultura empresarial y las dificultades encontradas por estas para promocionar sus carreras y acceder a puestos directivos, han llevado a muchas mujeres con ambición y capacidad a mimetizarse con el medio y actuar de forma masculina, teniendo que renunciar, incluso, en ocasiones, al ámbito familiar.
Pero la progresiva liberación de la mujer, sobre todo en el mundo occidental, la concienciación del derecho a la igualdad, y la demostración lenta, pero continua, de las capacidades de las mismas en el ámbito laboral están desencadenando que muchas mujeres ya no opten por el estilo de dirección masculino y desarrollen su propio estilo, más acorde con su forma de ser.
En la actualidad, el volumen de mujeres directivas en el mundo empresarial ya permite realizar estudios comparativos entre empresas.
Un estudio realizado en Estados Unidos sobre 1.500 organizaciones de éxito revela que aquellas que tienen mujeres en puestos directivos de responsabilidad consiguen mejores resultados económicos. El mismo estudio considera que la explicación a este hecho es el estilo de dirección de las féminas: su capacidad para gestionar las relaciones interpersonales y para fomentar la participación de los empleados.
Otra investigación revela que las empresas con equipos de dirección mixtos, es decir, compuestos por hombres y mujeres, toman decisiones más equilibradas y acertadas. La investigación apunta como causa de este hecho a la aportación de una perspectiva diferente y de las experiencias vitales de la mujer; así como a su capacidad para resolver problemas.
La consultora &Samhoud Women Spain observa, después de realizar una investigación comparativa entre directores hombres y mujeres con similar grado de formación, responsabilidad, experiencia, número de personal a cargo y volumen de ingresos, que el grado de ambición de ambos es parecido y que, además, las mujeres ejercen un estilo de liderazgo denominado de apoyo: implicación en el bienestar de los empleados y valoración de otros puntos de vista para tomar decisiones.
En función de esos y otros estudios, el estilo de dirección femenino se podría resumir en las siguientes características:
Se centra más en la persona que en la tarea.
Fomenta una comunicación más abierta y flexible favoreciendo las relaciones interpersonales.
Facilita la integración e implicación de los empleados mediante afiliación y vínculos personales.
Contribuye a la creación de un buen clima laboral al dejar al descubierto emotividad, vulnerabilidad y empatía.
Facilitan la participación, de sus compañeros y empleados, en la toma de decisiones de sus equipos de trabajo porque son más receptivas y solicitan opiniones.
La competición y la comparación la trasladan al entorno exterior de la empresa, es decir, compiten con otras empresas en vez de con el resto de compañeros, porque prefieren la cooperación en su entorno.
Prefieren el trabajo en red en vez de la estructura jerarquizada, y fomentan la implicación de la plantilla a través de la explicación a la misma de su relevancia en la cadena de generación de valor.
Son capaces de realizar eficientemente varias tareas a la vez (multitarea).
Gestionan mejor los tiempos para poder abarcar todas sus funciones.
Tienen mayor predisposición al servicio (empleados, clientes, socios…) y mayor capacidad para adaptarse a los cambios del mercado o para actuar en la incertidumbre.
Son consumidores críticas y, por ello, se identifican mejor con los clientes entendiendo sus necesidades.
Tienden a estresarse menos y a ser más armónicas.
Pero, aparte de los beneficios que ofrece al funcionamiento de la organización, la incorporación de la mujer en puestos directivos también aporta, de cara a los grupos de interés de la empresa, una imagen moderna, abierta a la igualdad y a la diversidad, y orientada al futuro.