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La factura eléctrica y la ciencia

Como todos sabemos, desde hace mas de un año nos encontramos inmersos en un proceso de cambio social derivado de la crisis sanitaria provocada por la Covid19. Esta crisis, inicialmente sanitaria, ha derivado en una crisis económica y social que, en el presente, somos incapaces de apreciar su verdadero alcance.

Ante esta situación de emergencia y, sobre todo, de desconcierto de la sociedad lo que todos esperábamos de nuestras instituciones públicas era una actitud proactiva cuyo principal objetivo debería ser aportar certidumbre y un entorno estable que permitiese tanto minimizar el impacto de la crisis como facilitar una recuperación en el menor tiempo posible.

Sin embargo, la realidad ha sido completamente diferente a las necesidades de la sociedad española. Una parte de este alejamiento de la realidad la pudimos comprobar con el confinamiento domiciliario a la que se nos sometió en 2020. Se aplicaron criterios generales, orientados a las grandes urbes, obviando la realidad del entorno rural lo que nos llevó a la paradoja en la que los vecinos de un pueblo de 50 vecinos tenían las mismas restricciones que los habitantes de una ciudad de un millón de habitantes.

En esta misma línea de alejamiento de la realidad nos encontramos ahora con la puesta en marcha del nuevo modelo de tarificación eléctrica. Ya partíamos de una posición desfavorable, la razón es bien conocida por todos los españoles, nuestras tarifas eléctricas eran de las mas caras de nuestro entorno y, como es lógico, restaban capacidad competitiva a nuestra industria.

Con el nuevo modelo tarifario quien mas perjudicado resulta es tanto el ciudadano como el pequeño comercio. El ciudadano porque será sobre el que repercutan todos los incrementos de costes y el pequeño comercio porque se reducen sus márgenes de recuperación.

En este modelo creado por alguien muy alejado de la realidad en la que vivimos los trabajadores desde las instituciones nos proponen dos modelos para “garantizar” la calidad del aire, el primero es la ventilación cruzada (generar corrientes de aire en el interior) y la segunda es la ventilación forzada a través de acondicionamiento del aire. Con el primer modelo nos enfrentamos a temperaturas a temperaturas interiores superiores a 40º en verano e inferiores a 5º en invierno. El segundo modelo nos garantiza una temperatura adecuada, adecuada al nuevo precio de la electricidad, es decir, nos condena a una factura eléctrica desorbitada.

Sin embargo, tanto nuestros ingenieros como nuestros científicos han desarrollado soluciones mas ventajosas, soluciones respetuosas con el medio ambiente y con el consumo energético. Soluciones viables económicamente pero que no obtiene el reconocimiento de las administraciones.

De igual forma que las medidas de restricción de movimiento deberían adecuarse a la realidad de cada población, las restricciones de aforo deberían adecuarse a las medidas higiénico-sanitarias adoptadas por cada empresa o comercio. Parece lógico.

Pero seamos serios y profesionales, las medidas a tomar deben ser supervisadas y certificadas por entidades independientes y profesionales. En salud e higiene en el trabajo, y mas cuando este afecta a los clientes, no todo vale y las garantías deben ser irrefutables.

Apostemos por nuestra ciencia y nuestra tecnología que, en definitiva, es apostar por nuestra salud y por nuestra economía. Y ahora hablemos de soluciones.