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Ganadería y macrogranjas

En los últimos días se ha producido una gran efervescencia en torno a las declaraciones del Ministro de Consumo en una entrevista en The Guardian relativas a la ganadería. 

Más allá de esa efervescencia, propia de la batalla política, lamentablemente exacerbada y crispada en demasía en nuestro país desde hace demasiado tiempo, parece oportuno abrir un debate acerca del tipo de ganadería que marca Europa, que queremos y que es más beneficiosa para nuestro mundo rural.

Todos sabemos que la ganadería se ejerce en el mundo rural, no es una actividad económica que se lleve a cabo en las grandes ciudades de nuestro país, por tanto es el mundo rural el que se beneficia o sufre la actividad de la ganadería. 

No cabe duda que nuestro entorno rural necesita de actividad económica y de fijación de población, y que la ganadería es una de las actividades económicas idóneas para llevar a cabo estos fines, ahora bien, debemos hacer una reflexión acerca de qué tipo de ganadería queremos y cuál es más beneficiosa para nuestro entorno rural.

Si alguien se ha tomado la molestia de escuchar a los partidos políticos, a todos, en el entorno rural, parece claro que en los pueblos no se desea la instalación de macrogranjas, y no se desean por varios motivos. 

En primer lugar porque no fijan población. En España hay más de 7000 macrogranjas ( el 53% de ellas de cerdos y pollos) y estas no sólo no han incrementado la población en los municipios en que se encuentran, sino que tampoco han evitado la pérdida de población.

En segundo lugar, y quizás más importante aún, estas macrogranjas, este tipo de ganadería intensiva, supone un grave riesgo para el medio ambiente en los municipios en cuestión, ya que supone un grave riesgo de contaminación tanto de suelos como de aguas y acuíferos debido a la gran masa de purines que producen.

España es el cuarto exportador mundial de carne, por lo que queda clara la capacidad y calidad de nuestro sector ganadero, pero en mi opinión debemos elegir una actividad ganadera que sea sostenible y de calidad.

Nadie duda de que es la ganadería extensiva la que mejor calidad de producto ofrece. Además este tipo de ganadería no sólo no produce una cantidad de purines inasumible localmente, sino que, por el contrario, estos son asumibles y abonan el campo. 

La ganadería extensiva además actúa como bombero de la gran masa forestal abandonada en nuestro país fruto de la despoblación. Dicho abandono, junto a las malas prácticas y los desalmados pirómanos, es responsable de la propagación, cada vez mayor, de grandes incendios forestales en nuestro país. La presencia de ganadería extensiva es una herramienta eficaz de gestión forestal.

Finalmente, la ganadería extensiva supone la existencia de explotaciones locales llevadas a cabo por autónomos y pequeños empresarios, lo que supone fijar población. A esto se suma que su gestión demanda más trabajadores que la ganadería intensiva a un mismo número de cabezas.

Como ya hemos comprobado en la gran mayoría de sectores profesionales, competir internacionalmente por las gamas más bajas de producción no es la mejor estrategia, y en el caso que nos ocupa tampoco.

Por el contrario, tenemos territorio para poder liderar una ganadería extensiva de gran calidad, que ayude a la gestión de las masas forestales de las zonas rurales evitando en gran medida incendios en la temporada estival, que sea sostenible ecológicamente evitando la contaminación de tierras y acuíferos, que sea capaz de ofrecer una alternativa vital tanto a la población rural, como a los urbanitas deseosos de dar un vuelco a su vida.

Evidentemente, sin una estrategia de país que promueva y priorice una red de explotaciones extensivas en nuestros entornos naturales, en la que tanto administración central, comunidades autónomas como municipios vayan de la mano y generen medidas para desarrollar la ganadería extensiva en detrimento de la intensiva, dotando a las pequeñas explotaciones de herramientas e instrumentos para ser competitivas y ofreciéndoles los conocimientos de sectores como el del olivar o el vitivinícola en cuanto a la posibilidad cooperativa para su comercialización, etiquetas de calidad y denominaciones de origen, no vamos a ser capaces de generar una red de explotaciones competitivas y viables que puedan sustituir en el tiempo al modelo de macrogranjas.

En los entornos rurales se defiende la ganadería extensiva por todos los partidos políticos y suelen tener una oposición frontal a la ganadería intensiva localmente.

Por tanto, no parece complicado alcanzar algún acuerdo para proteger las explotaciones de ganadería extensiva. De lo contrario, asistiremos, como ya estamos observando al ocaso de estas en el entorno rural, y a que sean sustituidas por una ganadería intensiva peligrosa localmente para los terrenos y acuíferos, y que expulsa de los municipios tanto población como otro tipo de actividades económicas que puedan ir ligadas al turismo de interior por ejemplo.