Los años de la crisis han hecho surgir en los particulares y en las empresas la necesidad de buscar nuevas fórmulas de ahorro y ha sido en este escenario en el que se ha desarrollado la conocida como economía colaborativa o consumo colaborativo.
¿Qué es la economía colaborativa?
Algunos expertos han definido el consumo colaborativo como una nueva forma de trueque, en la que alguien da un servicio o producto a otra persona a cambio de otro producto o servicio.
El desarrollo de las nuevas tecnologías ha sido clave en el crecimiento de las formas de consumo colaborativo. Cualquier usuario puede conectarse y encontrar una multitud de webs especializadas en las que tiene la oportunidad de cambiar productos o servicios, ya sea por otros productos o servicios o bien directamente por dinero.
El ejemplo más habitual es el de compartir coche para hacer un viaje largo, repartiendo el coste de la gasolina entre todos los que van en el vehículo.
La economía colaborativa y las empresas
A media que ha crecido el consumo colaborativo también lo ha hecho el número de empresas especializadas en este sector.
Un ejemplo del buen uso de la economía colaborativa es el que se está haciendo en el sector de la logística, donde han surgido plataformas que se encargan de poner en contacto a transportistas que quieren aprovechar al máximo sus viajes y no ir nunca de vacío, con empresas (generalmente pymes) que buscan un transporte económico de sus productos.
Una medida de este tipo favorece a las empresas que usan el servicio, ya que pueden transportar sus productos a un precio más bajo. Al transportista, que obtiene beneficio al llevar el producto de un lado a otro, pero también a la plataforma que se encarga de poner en contacto a ambas partes, ya que cobra una comisión por sus servicios.
Un sistema que no gusta a todos
Desde el punto de vista de los consumidores la economía colaborativa tiene muchas ventajas, como también las tiene para las empresas que han sabido aprovechar la oportunidad. Sin embargo, no todo el mundo está contento con esta nueva forma de consumo.
Es innegable que la aparición de empresas como Uber, por ejemplo, ha sido beneficiosa para los consumidores, pero tampoco se puede negar que su actividad afecta directamente al gremio de los taxistas.
Este es el ejemplo más conocido, pero no es el único. Los desencuentros entre empresas basadas o inspiradas en la economía colaborativa y las empresas tradicionales que ofrecen un servicio similar son bastante habituales y están dando lugar a más de una batalla judicial.
Desde Europa ya se han pronunciado al respecto y la Comisión Europea ha recomendado a los Estados miembros no prohibir este tipo de empresas, ya que se considera que pueden contribuir al crecimiento económico y generar empleo.
Lo que sí puede ser necesario es hacer un análisis de la situación actual y elaborar una legislación que sea más acorde con los tiempos que corren, de modo que tanto las empresas de economía colaborativa como las empresas tradicionales puedan convivir, respetando los derechos de los trabajadores y los consumidores, y evitando el abuso de la figura del falso autónomo.