Existen diferentes clases de liderazgo. En esta ocasión nos centraremos en una clasificación basada en la orientación principal que toma el líder en relación a la tarea y a los subordinados.
Según esta clasificación tendremos líderes más orientados a las relaciones (al aspecto más humano) y líderes más orientados a las tareas o los procesos.
Liderazgo orientado a las relaciones
En este tipo se reconoce por parte del líder una inquietud por el bienestar de sus colaboradores o subordinados. Este tipo de líder se preocupa por sus subordinados, les ofrece su apoyo y colabora en su desarrollo. Las conductas más relevantes asociadas a este tipo de liderazgo son:
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Delegar. Permite a los subordinados tener responsabilidad y libertad en la forma en cómo llevar a cabo su tarea. Ello les permite solucionar problemas y tomar decisiones relevantes.
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Apoyar. Actuar de forma amable y considerada, ser paciente y estar dispuesto siempre a ayudar. Sabe escuchar las quejas y velar por los intereses de los demás.
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Motivar. Mediante técnicas que apelan a la emoción o a la lógica, al objeto de generar compromiso y motivación hacia el trabajo. Así como encaminadas a generar un clima favorable y de cooperación.
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Consultar. Consulta con las personas antes de hacer los cambios que les afectan y alienta a la participación en la toma de decisiones. Suele aceptar la incorporación de las ideas de los otros.
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Desarrollar. Facilita el aprendizaje y desarrollo de sus subordinados así como su avance profesional.
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Gestionar conflictos y desarrollar equipos de trabajo. Facilita la resolución constructiva de los conflictos y anima a la cooperación y trabajo en equipo.
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Integrar socialmente. Socialización informal de los subordinados, desarrollar los contactos con las personas que son una fuente de información y apoyo.
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Reconocimiento. Ofrecer elogios y reconocimiento ante un desempeño efectivo, los logros significativos y las contribuciones especiales. Expresar aprecio hacia las aportaciones y los esfuerzos especiales de las personas.
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Recompensar. Proveer o recomendar las recompensas tangibles, como un incremento de paga o la promoción por un desempeño efectivo, los logros significativos y la competencia desarrollada.
Liderazgo orientado a las tareas o los proceso
En este tipo se reconoce en el líder una preocupación y cuidado por las actividades y la organización del trabajo cara al logro de los objetivos definidos. Las conductas más relevantes de este tipo de liderazgo son:
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Supervisar. Reunir información sobre las actividades laborales y las condiciones externas que afectan al trabajo, comprobar el progreso y la calidad del trabajo, evaluar el desempeño y analizar tendencias.
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Planificar y organizar. Determinar objetivos y estrategias a largo plazo. Distribuir los recursos de acuerdo con las prioridades, determinar cómo usar el personal y los recursos para llevar a cabo las tareas y determinar la coordinación, productividad y efectividad de la unidad organizacional.
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Solucionar problemas. Identificar y analizar los problemas habidos en la actividad laboral y actuar de forma importante a fin de solucionarlos.
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Clarificar roles y objetivos. Asignar tareas, dirigir sobre cómo hacer el trabajo y comunicar un claro entendimiento de las responsabilidades laborales, los objetivos de la tarea, los plazos y las expectativas del desempeño.
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Informar. Difundir la información relevante sobre planes, acciones y decisiones, a las personas que necesitan tener dicha información al efecto de poder realizar su trabajo.
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Puede estar fuerte en las dos dimensiones. Este tipo de líderes animan a las personas al compromiso y al logro de objetivos, al tiempo que establecen metas y retos de cierta dificultad, consultando con los subordinados aspectos vinculados al desarrollo del trabajo y sus soluciones.
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Fuerte en la orientación a la tarea y débil en la orientación a las relaciones suele descuidar más el aspecto humano y suele poner presión para el logro de los objetivos.
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Fuerte en la orientación a las relaciones y débil en la orientación a la tarea podría establecer procesos consultivos continuados con sus subordinados y dejaría de una forma menos clara el establecimiento de metas y objetivos o sería bastante tolerante con su no logro. Le preocupa por encima de todo el desarrollo personal de los subordinados.
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Un líder débil en las dos orientaciones actuará de forma indiferente hacia sus subordinados y tenderá a ignorar los problemas de rendimiento.
Los líderes son necesarios en las empresas al objeto de promover y poner en marcha procesos de cambio por la capacidad de visión que le permiten fijar metas y objetivos, la capacidad de empuje y el sentido de no conformismo. El líder puede sacar de la apatía y el continuismo a la organización.